Un día, paseando por el parque, nos topamos con un hallazgo insólito: un sillón rojo. Estaba en medio del callejón, como esperando su destino.A primera vista, el sillón tenía un aspecto horrible: tela rota en uno de los mangos, manchas y suciedad, pintura descascarillada en las partes de madera. Parecía que ya había cumplido su función y que ya no era necesaria.
Pero esta silla tenía algo atractivo: la forma, el color, o tal vez su presencia en un lugar inesperado. No podíamos dejarla pasar y decidimos llevárnosla a casa.Fue más trabajo del que esperábamos. En primer lugar, tuvimos que quitar con cuidado la vieja tapicería del asa rota e igualar la tela lo más posible a la original.
Esto nos llevó varias horas y requirió paciencia. Después llevamos la silla a una tintorería donde le quitaron todas las capas de suciedad y le dieron un aspecto nuevo.
Lijamos y barnizamos las partes de madera para devolverles su brillo original. Unos pocos días de duro trabajo, un poco de dinero para materiales y servicios, y la silla literalmente volvió a la vida.
Ahora está en nuestra casa como nueva, pero con una historia especial. La silla es un recordatorio de que a veces las cosas que parecen inútiles pueden tener una segunda vida.